viernes, 25 de marzo de 2016

El Jazz está vivo en Murcia

Artículo publicado en La Opinión de Murcia el 22 de Marzo de 2016, sólo que por error del editor apareció un texto no corregido plenamente:

En una región donde tantas cosas malas ocurren –como en otras partes del país, de Europa y de mundo¬-- puede constatarse que vive el Jazz y goza de muy buena salud.

Cuando la música prefabricada, incluso la música-fácil, casi basura o basura sin casi (puede hablarse de esto como cuando hablamos de comida) inunda todo el panorama, resulta que tantos músicos se interesan, reflexionan, lo practican y lo difunden en directo; y proliferan los lugares en que se imparte su enseñanza, con algunas salas donde puede degustarse con regularidad, como La Puerta Falsa, pero sobre todo Jazzazza o Zalacaín, si nos refrerimos a Murcia, donde ciertamente es más fácil escucharlo.

Afirmo, sin temor a confundir o magnificar, que la lista de músicos de calidad es amplia: pianistas, bajistas, baterías, guitarristas, tañedores del viento como el saxo o la trompeta, flauta, clarinete, voces principalmente femeninas, así como tenemos algunos lugares paradigmáticos para su enseñanza: La Alberca, Las torres de Cotillas, o espacios de confluencia de músicos, como la Sala de Berta o lugares más particulares, donde puede hacerse Jazz del más genuino y espontáneo sin sacrificar la pureza de este lenguaje tan fructífero desde el punto de vista musical.
Es igualmente frecuente que músicos de otros puntos del país vengan a Murcia a impartir Master Class para instrumentos concretos o combos, como llamamos en Jazz a las formaciones instrumentales. Sin ir más lejos visitó a finales de Febrero nuestra ciudad de Murcia Ignasi Terraza, un pianista catalán de dimension internacional, cuando hoy día en jazz, ser internacional no es algo precisamente fácil.

Ignasi Terraza, del que me honro en ser amigo y alumno, estuvo en el Teatro Circo acompañando a Andrea Motis, cantante y trompetista, con la formación de Juan Chamorro, e igualmente ofreció un concierto de antonomasia con Patxi Valverde al saxo la siguiente noche, la del 27 de Febrero, en Jazzazza ( Algezares).
Durante esa mañana impartió su Master Class ante un grupo de 16 músicos de Murcia y Alicante así que no podíamos dejar pasar esta ocasión para, estar atento a sus reflexiones, sus consejos, su supervisión aunque sólo fuera por seis horas.

Ignasi quedó ciego a la edad de 10 años, y desde luego puede figurar, él sí, con pleno derecho, en la lista de los grandes pianistas ciegos de la historia del jazz. Art Tatum, Lennio Tristano, Jeorge Shearing, Ray Charles o Tete Montoliu (puede confrontarse mi pequeño artículo en la página Tifloinforma.com).

En Jazzazza, Ignasi tenía la misión de acompañar a Patxi y también la de sobresalir en sus propios solos. En todo caso era un auténtico monstruo, marcando estrictamente tiempo y tempo, con la precisión de un piano roll, aquellas pianolas de primeros del XX que tanto difundieron el Ragtime de Joplin, Morton y otros.
Si dispusiéramos de un teclado de ocho octavas, como los teclados de los pianos, o mejor, si al Kawai de Joaquín le hubiéramos implementado Midi, y éste hubiera conectado con los dispositivos adecuados, podríamos haber desconectado de la red Cofrentes, y entonces Ignasi habría abastecido de luz a un par de buenos núcleos urbanos, corazón y energía hechos arte, durante dos horas y media, gracias a la generosidad de estos dos grandes músicos, Patxi e Ignasi.

Pero la lista de músicos de calidad no es pequeña en nuestra ciudad, y quiero desde acá rendirles a ellos un homenaje como se merecen, ya que pueden pasar desapercibidos por desgracia al gran público, porque tantas veces lo bueno es cosa de pocos; así que me atrevo a citar a unos pocos de estos buenos músicos, sin que se me molesten tantos otros que quedarán necesariamente fuera: los pianistas Carlos Sáez, Javier Bermejo, Antonio Mateo, Pedro Baños, Carmen Climent; los bajistas Jesús Gea, Pedro Molina, Sergio Valcárcel; los baterías Curro García, Sebastián Mondéjar, Andrés La Fuente, Federo, Chimy; la guitarra de nuestro querido Sopas, Roberto Jimeno, Charlton; los saxos Patxi, José Pérez; flautistas como Marcial Picó, el clarinete de Andrés Santos; las voces de Esther Eu, Malu, Cari o Paula... y tantos y tantos otros compañeros y amigos que como acabo de decir quedan ineludiblemente fuera y sin embargo están ahí, en tantas noches y tardes de Murcia región, incluso en restaurantes amenizando bodas, sin que el personal a veces sepa valorar por desgracia todo el trabajo y el potencial artístico que tiene delante.

Acercarnos al Jazz es acercarnos al buen gusto, al quehacer transparente y sutil, a la fuerza de los buenos sentimientos y al lenguaje de la cordialidad y del esfuerzo, como sucedía en aquellas plantaciones de esclavos de la Luisiana de quienes somos herederos, aunque tanto haya llovido desde entonces –mucho menos de lo que en algunos sitios hace falta-.

Además, como dice un buen amigo: “¡Donde hay música no puede haber nada malo!”

Pedro Egio

jueves, 17 de marzo de 2016

De quemar santos nada

DE QUEMAR SANTOS NADA.

No nos negaremos que la confusión reina hoy como nunca en la calle. Y que “ a río revuelto ganancia de pescadores”.
No nos neguemos que hoy como nunca necesitamos de una moral verdaderamente humana, laica, porque si la confesión puede ser acto que nos conduzca hacia el bien general, es cierto que también el perdón de todo y la compra de ese perdón –práctica demasiado frecuente- echan al traste con esa bondad.

El Obispo de Ipona, nos deja aún hoy perplejos cuando escribe anteponiendo precisamente este título ("Confesiones"), a muchas verdades realmente edificantes, pero está claro que hoy abundan muchísimo más, para desgracia del género humano los confesos impresentables, de valores harto dudosos. Y no se trata de arremeter contra las personas, de invocar a la sangre, de ser violentos, sino de lo contrario. La práctica de la hoguera, la “cruzada”, la doble moral está frecuentemente más vinculada al fundamentalismo, y somos muchos los que ya abominamos de éste.

No queremos que los recursos públicos, de todos los ciudadanos, se destinen a mero carnaval; preferimos que se destinen a salvar a los hombres y mujeres que pueblan este planeta, en España y en cualquier otro lugar.

Destinemos tanto caudal racional que hemos logrado amontonar con los siglos, tantas experiencias, a luchar por un planeta justo, por la igualdad, por el trabajo y por el bien común.

Un artículo periodístico no tiene por qué ser necesariamente un relato de hechos, relato que por otra parte nunca es puramente inocente, admitamos que en un artículo periodístico deben también aparecer sentencias sobre el quehacer, y sea ese un quehacer que nos dignifique en todo lo posible.

Quienes así pensamos no abogamos por quemar (dicho inequívocamente y sin más metáfora que la mínima que permita entendernos, presente incluso hasta cuando pedimos un vaso de agua) nada, y si volvemos a la metáfora, sea el egoísmo, la cerrazón mental, el burdo individualismo los que sean borrados del mapa.

Obviamente que nadie está en disposición de construir con una varita mágica “un mundo maravilloso", como que este mundo tampoco lo es a pesar de Leibnitz, y por supuesto tampoco es el peor a pesar de “Cándido”, el librito de Voltaire. Pero sí que casi genéticamente estamos llamados a hacerlo más habitable para todos.

Igualmente admitamos que si nuestras condiciones de vida mejoran, no alcanzarán tal condición por arte de birlibirloque, y más bien ha de suceder, parafraseando a la propia Biblia –ese libro de tantas culturas que podrían ser perfectamente hermanas- “con el sudor de tu/nuestra frente”.

Admitamos que lo que llamamos “Semana Santa” es un conjunto de siete días destinados a recordar, a ser posible en el rincón más profundo del corazón de cualquier creyente, a Jesús de Nazareth, y que nadie está autorizado a atacarla; admitamos que muchas veces la degradan los mismos que se llaman creyentes.

Admitamos que el pueblo tiene derecho a hacer pública su fe y revestirla de gestos externos que lo ensalcen. Pero admitamos igualmente que con frecuencia esas exteriorizaciones están huecas. Y obviamente admitamos la libertad del pueblo, y no le pongamos unas veces alas, y otras, "ley mordaza", a conveniencia de unos pocos.

En tal sentido es bien loable que un conjunto de ciudadanos, de los buenos, en entendiendo ahora (y porqué no siempre) por tales, aquellos que defienden la redención de todos y no sólo de los privilegiados, se unan en torno a una idea sencilla: la de reclamar, pacíficamente, educadamente, pero con el tesón de los convencidos en que proceden correcta e incluso sabiamente, la laicidad de las instituciones que conforman el Estado español.

Esta petición de ideas por otra parte está sostenida los 365 días del año –o 366 para el caso del que transitamos-.

Igualmente esta bendita pretensión no desentona con todas aquellas sostenidas con tanta insistencia por doquier, respecto a la manutención de los servicios que hacen posible una vida justa, sea en primer término la manutención pública de la salud, la educación a la altura de lo que la humanidad del XXI se merece y la igualdad social y económica. Por supuesto, según criterios distributivos si se quiere, pero cuidado que estos criterios no autorizan en absoluto a que un 1 por ciento de la humanidad tenga todos los recursos principales y el resto, más o menos escalonadamente deba prescindir de ellos, hasta llegar a una base de la pirámide en que tantos muerden polvo.

No consienta nadie tal cosa, aunque sólo sea en aras del buen gusto, y menos los
religiosos, de la confesionalidad que se quiera, que en sus mentes esto suceda en esta semana que ya no es de siete días y me temo que tampoco muy santa.

La humanidad, más que nunca debe, modestamente me parece a mí, rehacer la santidad de esta semana, que también nos toca transitar juntos.

¡Todos, pero todos, nos merecemos una buena semana santa!

Pedro Egio