jueves, 27 de octubre de 2011

No lo tenemos muy fácil que digamos

No lo tenemos muy fácil que digamos; ya no digo en estas elecciones donde la intención del voto está tan escorada a la derecha.
Escribo que no lo tenemos muy fácil, parece, de aquí para adelante, es decir, en bastanttes años, sobre todo el pueblo más llano, porque los de frac, los que calculan bien dónde apuestan o invierten, eso puede que lo tengan un poco más fácil, los que están dispuestos a salvarse individualmente sin concesion alguna a los demás.
Es decir, ¡narices!, a ver si sé expresarme mejor: lo tenemos crudo, a lo que parece la mayoría del género humano, y claro, vamos a echar mano del refrán popular: "el pobre se lleva la peor parte". Esta afirmación casi estaba olvidada en los pasados años de optimismo, donde el capitalismo parecía victorioso plenamente, tras la caída del Muro de Berlín, como sistema que superaba casi todos los problemas sociales: nos daba a casi todos, los del -mal llamado- "primer mundo" sólo, claro, todo tipo de servicios, incluso segunda vivienda, ordenadores, todo tipo de disfrutes e incluso buena dosis de relajación digamos de costumbres.
Pero las cosas han cambiado en custión de tres años: se derrrumbó el castillo de naipes. Una de las primeras cartas en caer fue el montaje de las "subprime" en EEUU y después lo demás.
¡Bueno!, afortunadamente todo no ha caído aún: aunque igualmente parece que hemos rebasado el "punto de noretorno ecológico", pero aún podemos respirar. La producción de petróleo parece que llegó a su cenit, pero se quema gasolina o gasóleo como nunca.
Sin embargo, las condiciones de vida se están endureciendo y ahí es donde ahora el pobre, una figura que vuelve a resurgir en el horizonte de las sociedades "avanzadas", vuelve a tener más que perder que nadie, y en general el pueblo llano digamos con cierta imprecisión perderá más que ese uno por ciento de la población mundial que obstenta el 40 por ciento de la riqueza: ¡qué fuerte!, cuando gracias al pueblo llano este uno por ciento obstenta esa riqueza, porque las fortunas no se amasan si no es con trabajo, con el ahínco de los obreros en general. Marx veía claro que sólo el más desfavorecido, como quien menos tiene que perder, apuesta decidido por el cambio de cosas, y sin embargo nosotros constatamos en los albores del siglo XXI que la conciencia de las cosas ha desaparecido incluso de las cabezas de los más desfavorecidos: ellos van y votan a los partidos de sus patronos. Mal negocio para intentar cambiar las cosas, ya no digo que con sangre y fuego, sino asociándonos, manifestándonos, dejando claro que no estamos dispuestos a ser desmantelados.
Salvar la humanidad, preservarla de los males que pueden avecinarse o se están avecinando ya, en forma de graves problemas medioambientales, escasez de recursos, excesivo crecimiento demográfico y control de la riqueza por unos pocos, es algo que no emprenderán los mejor situados sino que será una exigencia reclamada viva y claramente por la inmensa mayoría que ahora parece quedar postergada cada vez más, una vez que se debilita a los Estados que la tutelaban.
Resuenan en mis oídos las palabras de Santiago Carrillo allá por los 80, y eso que se trataba de una década más o menos dorada, en el único mitin que le escuché: "¡el trabajador que es de derechas es tonto!". A pesar de tanto deleznable en regímenes de izquierdas tipo Cuba o la antigua URSS, como siempre nos decimos todos, parece que el capitalismo desplomado es aún peor; y si no tiempo al tiempo. Ya comienza a gustarnos poco la situación. Sin embargo, no se nos ve reaccionar con valentía, señalando que deseemos un claro rumbo, organizarnos mejor y no en torno a la mayor libertad para los que más esquilman.
Lo estamos viendo todos los días; aparecen bstantes artículos en prensa o posts en diversos blogs; incluso hay amplios grupos de personas que se autocalifican de "indignados", que señalan cómo es indefendible que se reaccione a la devacle económica con endurecimiento de las políticas sociales. Incluso es fácil escuchar en los telediarios cómo el haber alcanzado ya la cifra de siete mil millones de personas no debe empujarnos a entonar ningún canto de optimismo precisamente, sino que debe ponernos en guardia, porque puestas así las cosas en breve tiempo necesitaremos tres planetas como este para sobrevivir.
Tiempo debería de ser para desoír a esa derecha que sigue aplicando las mismas recetas que nos han conducido hasta donde estamos: las del impulso del individualismo, del premio a la iniciativa privada como motor de toda riqueza, de fe ciega en el progreso sin límite. Es preciso reglamentar severamente, para el bien general: y decrecer ordenadamente, sin permitir que las altas finanzas sean el criterio del qué hacer. Las altas finanzas, los especuladores, que juegan a prestamistas auténticos usureros.
Esperemos que la mayoría ahora más bien perdedora, o claramanete perdedora si incluímos no sólo al -mal llamado- "primer mundo". El mismo Marx apuntaba que las propias contradicciones del sistema capitalista lo revientan y es lo que está aparentemente sucediendo; y decía que ese era el momento de desmontarlo. Mucho sabemos hoy, hemos acumulado tanta experiencia que nadie desea una revolución que pueda conducir a regímenes igualmente incómodos para la humanidad: pero algo en serio deberíamos de hacer: unidos, utilizando la cabeza, con tesón, para buscar mucho mejores maneras de hacer las cosas, más allá del neoliberalismo salvaje en que hemos terminado cayendo casi sin darnos cuenta. Bueno, quizá habría que decir mejor: "sin muchas ganas por darnos cuenta".




No lo tenemos muy fácil que digamos; ya no digo en estas elecciones donde la intención del voto está tan escorada a la derecha.
Escribo que no lo tenemos muy fácil, parece, de aquí para adelante, es decir, en bastanttes años, sobre todo el pueblo más llano, porque los de frac, los que calculan bien dónde apuestan o invierten, eso puede que lo tengan un poco más fácil, los que están dispuestos a salvarse individualmente sin concesion alguna a los demás.
Es decir, ¡narices!, a ver si sé expresarme mejor: lo tenemos crudo, a lo que parece la mayoría del género humano, y claro, vamos a echar mano del refrán popular: "el pobre se lleva la peor parte". Esta afirmación casi estaba olvidada en los pasados años de optimismo, donde el capitalismo parecía victorioso plenamente, tras la caída del Muro de Berlín, como sistema que superaba casi todos los problemas sociales: nos daba a casi todos, los del -mal llamado- "primer mundo" sólo, claro, todo tipo de servicios, incluso segunda vivienda, ordenadores, todo tipo de disfrutes e incluso buena dosis de relajación digamos de costumbres.
Pero las cosas han cambiado en custión de tres años: se derrrumbó el castillo de naipes. Una de las primeras cartas en caer fue el montaje de las "subprime" en EEUU y después lo demás.
¡Bueno!, afortunadamente todo no ha caído aún: aunque igualmente parece que hemos rebasado el "punto de noretorno ecológico", pero aún podemos respirar. La producción de petróleo parece que llegó a su cenit, pero se quema gasolina o gasóleo como nunca.
Sin embargo, las condiciones de vida se están endureciendo y ahí es donde ahora el pobre, una figura que vuelve a resurgir en el horizonte de las sociedades "avanzadas", vuelve a tener más que perder que nadie, y en general el pueblo llano digamos con cierta imprecisión perderá más que ese uno por ciento de la población mundial que obstenta el 40 por ciento de la riqueza: ¡qué fuerte!, cuando gracias al pueblo llano este uno por ciento obstenta esa riqueza, porque las fortunas no se amasan si no es con trabajo, con el ahínco de los obreros en general. Marx veía claro que sólo el más desfavorecido, como quien menos tiene que perder, apuesta decidido por el cambio de cosas, y sin embargo nosotros constatamos en los albores del siglo XXI que la conciencia de las cosas ha desaparecido incluso de las cabezas de los más desfavorecidos: ellos van y votan a los partidos de sus patronos. Mal negocio para intentar cambiar las cosas, ya no digo que con sangre y fuego, sino asociándonos, manifestándonos, dejando claro que no estamos dispuestos a ser desmantelados.
Salvar la humanidad, preservarla de los males que pueden avecinarse o se están avecinando ya, en forma de graves problemas medioambientales, escasez de recursos, excesivo crecimiento demográfico y control de la riqueza por unos pocos, es algo que no emprenderán los mejor situados sino que será una exigencia reclamada viva y claramente por la inmensa mayoría que ahora parece quedar postergada cada vez más, una vez que se debilita a los Estados que la tutelaban.
Resuenan en mis oídos las palabras de Santiago Carrillo allá por los 80, y eso que se trataba de una década más o menos dorada, en el único mitin que le escuché: "¡el trabajador que es de derechas es tonto!". A pesar de tanto deleznable en regímenes de izquierdas tipo Cuba o la antigua URSS, como siempre nos decimos todos, parece que el capitalismo desplomado es aún peor; y si no tiempo al tiempo. Ya comienza a gustarnos poco la situación. Sin embargo, no se nos ve reaccionar con valentía, señalando que deseemos un claro rumbo, organizarnos mejor y no en torno a la mayor libertad para los que más esquilman.
Lo estamos viendo todos los días; aparecen bstantes artículos en prensa o posts en diversos blogs; incluso hay amplios grupos de personas que se autocalifican de "indignados", que señalan cómo es indefendible que se reaccione a la devacle económica con endurecimiento de las políticas sociales. Incluso es fácil escuchar en los telediarios cómo el haber alcanzado ya la cifra de siete mil millones de personas no debe empujarnos a entonar ningún canto de optimismo precisamente, sino que debe ponernos en guardia, porque puestas así las cosas en breve tiempo necesitaremos tres planetas como este para sobrevivir.
Tiempo debería de ser para desoír a esa derecha que sigue aplicando las mismas recetas que nos han conducido hasta donde estamos: las del impulso del individualismo, del premio a la iniciativa privada como motor de toda riqueza, de fe ciega en el progreso sin límite. Es preciso reglamentar severamente, para el bien general: y decrecer ordenadamente, sin permitir que las altas finanzas sean el criterio del qué hacer. Las altas finanzas, los especuladores, que juegan a prestamistas auténticos usureros.
Esperemos que la mayoría ahora más bien perdedora, o claramanete perdedora si incluímos no sólo al -mal llamado- "primer mundo". El mismo Marx apuntaba que las propias contradicciones del sistema capitalista lo revientan y es lo que está aparentemente sucediendo; y decía que ese era el momento de desmontarlo. Mucho sabemos hoy, hemos acumulado tanta experiencia que nadie desea una revolución que pueda conducir a regímenes igualmente incómodos para la humanidad: pero algo en serio deberíamos de hacer: unidos, utilizando la cabeza, con tesón, para buscar mucho mejores maneras de hacer las cosas, más allá del neoliberalismo salvaje en que hemos terminado cayendo casi sin darnos cuenta. Bueno, quizá habría que decir mejor: "sin muchas ganas por darnos cuenta".




domingo, 23 de octubre de 2011

De nuevo sobre el órgano de la Iglesia de la Caridad de Cartagena

¡No seamos insensibles!
Hay muchas cosas que deberíamos atender. Pero tendríamos que saber distinhguir lo superfluo de lo esencial. Es importante divertirse, obviamente, secar nuestras

penas saliendo con los amigos, estar de fiesta en algunos momentos, pero también tomar conciencia de cómo están las cosas e incluso tener un momento para

darnos cuenta de que determinados bienes culturales también es de recibo que los mantengamos.
Digo esto porque parece que el momento crítico que atravesamos sirve de excusa para descuidar muchas cosas esenciales, parece invitarnos a vivir el placer del

momento, el "carpe diem" y descuidar todo lo que suponga un rodeo intelectual.
El órgano de la Iglesia de la Caridad de Cartagena es un tesoro de todos los cartageneros, una construcción increíble que ha llevado gusto y paz a la mnayoría de ellos,

cuando se han acercado a este maravilloso templo, absolutamente sublime y entrañable. Su sonido aterciopelado ha sido vehículo de multitud de interpretaciones litúrgicas,

o del repertorio organístico, o bien, puesto al servicio de la improvisación más candorosa y siempre ha producido en sus corazones una sensación pura.
Escribo de nuevo líneaas en este sentido para insistir en que tal se haya en un estado nuevamente precario, con cantidad de notas que no suenan, o que se quedan

indebidamente, en la mayoría de sus maravillosos registros.
Deberíamos de ser lo suficientemente magnánimos para ponerlo nuevamente en pie, máxime cuando el Armonium de la misma iglesia se encuentra en un estado poco

prometedor. Esta tarde estuve inspeccionando ambos, para preparar una boda que se oficiará en Noviembre. Los dos instrumentos están en estado lamentable. El

armonium está algo mejor dentro de sus posiblidades, pero con sus fuelles perdiendo aire. Es decir: que tenemos al templo principal de Cartagena desasistido de sus dos

instrumentos emblemáticos.
Sabemos que las cosas están mal, pero queremos pensar que ambos aparatos tienen solución: es cuestión de saber concienciar y de querer solucionar las cosas.
Aunque escribo en términos generales, en tiendo que la Junta que rige el Santo Hospital de Caridad de Cartagena debe ponerse al frente de la empresa de acometer esta

restauración sin pausa alguna, buscando recursos donde fuere necesario, incluídas las aportaciones de los cartageneros llegado el caso. Si bien el hacerse vox populi de

este extremo no puede descartarse y crear el ambiente propicio para que tomemos conciencia del problema.

martes, 4 de octubre de 2011

ASAMBLEA PARA EL SENADO

En Murcia, esta tierra tan castigada por "el ladrillazo", goberanada por la derecha desde hace 16 años, con tan alto índice de pobreza y paro, donde la conciencia social

es baja a tenor de las repetidas votaciones autonómicas, ha nacido una iniciativa casi espontánea que puede y debería valer de experimento para otros lugares de nuestra

geografía: el clamor asambleario, pero organizado, que propugna presentar candidatos al menos al Senado de este país. Y para ello ha contado con la aquiescencia y la

comprensión de tres formaciones en nuestra región: Izquierda Unida, Equo y Alternativa para Santomera, que rechazan a sus propios candidatos para la Cámara Alta, a fin

de dejar espacio a este clamor popular, lleno de entusiasmo y que quiere emprender todo lo que sea posible por superar los malos momentos que atrevasamos todos, por

culpa de unos pocos probablemente.
Es cierto que este movimiento social no se ha generado en vacío: mucho ha estado "lloviendo" políticamente por estas tierras y muchas personas han empezado a

despertar y gtomar conciencia de que deberíamos aspirar a cambiar el rumbo de las cosas,. porque todas las políticas neoliberales que se están poniendo en pr´actica

desde el segundo mandato de Zapatero, como en otros lugares de Europa no están sirviendo para paliar la crisis.
El llamado Foro Ciudadano de la región de Murcia, citado en este Blog en bastantes lugares, ha venido reuniendo, como

otras muchas ONGs de por acá, a ciudadanos deseosos de hablar de los asuntos públicos que nos atañen, al estilo del ágora griega de la democracia más genuína y

todos crearon un clima que hizo posible indicar a las autoridades mediante escritos y manifestaciones que no todos los murcianos están dormidos o desinteresados de la

res pública, al tiempo que otros movimientos más recientes, como democracia real o el 15m. Todo este estrato de personas no descuidadas, personas no dispuestas a

dejar los asuntos públicos sin más para afrontarlos en las urnas cada 4 años, es el que ha posibilitado encontrarse en torno a un proyecto joven, ilusionado, y ha pedido al

ala izquierdista del espectro político que ceda su aspiración al Senado para entregarla a esa ciudadanía bajo las siglas A.S.: "Asamblea hacia el Senado".
el proyecto está en marcha con idea de llegar a tiempo al 20N, a las próximas

y apresuradas Elecciones Nacionales. Se trabaja en grupos y en asamblea: constituídos los grupos 1 de búsqueda de nombre y Logo, 2, preparación de Primarias para

elegir candidatos, 3, elaboración de programa, comunicación; y parece que la maquinaria va a funcionar perfectamente: que así sea, porque la experiencia puede dar mucho

de sí: será una manera de hacer llegar a las Cortes el clamor del pueblo, cansado de tanto político de intereses dudosos, de tanto neocapitalismo que se mira en el

ombligo, reverenciado a las bolsas y olvidándose del hombre y su planeta.
¡Que surja idéntico clamor por doquier y enseñemos quién es el sostén de todo: el rico o el hombre!